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ToggleCómo denunciar a un vecino por ruido de perros: las denuncias por ladridos de perros cada vez son más habituales. Los propietarios de mascotas son responsables de ellas y si las dejan solas todo el día encerradas en su vivienda, lo que puede terminar siendo francamente insoportable cuando el perro no para de ladrar, puede suponer un grave problema para el resto de los vecinos. Es normal que los perros ladren de vez en cuando, sobre todo si sus dueños se van, pues se sienten más desprotegidos.
En principio, los ruidos ocasionales no son denunciables, pero sí lo son cuando se producen de forma constante y superan el límite de ruido que impide el descanso, pudiendo llegar a ser perjudiciales para la salud. Y es que cuando los ladridos terminan convirtiéndose en una serenata, especialmente durante la noche, pueden enturbiar nuestro descanso.
Incluso, si no superan en nivel de decibelios permitido pero su durabilidad y persistencia pueden llegar a alterar la vida diaria de una persona, estas molestias pueden ser perseguidas judicialmente; en este caso, sería oportuno contar con un informe pericial que avalase tal reclamación.
En estos casos, los afectados pueden exigir el cumplimiento del Código Civil y de las Ordenanzas municipales que regulen el ruido entre vecinos. La legislación actual contempla que los perros no pueden quedarse solos sin sus dueños durante mucho tiempo.
Además, aunque la Ley de Propiedad Horizontal no regula específicamente la posesión de perros que causan molestias dentro de la comunidad de vecinos, sí cuenta con un encaje en los límites contemplados en el artículo 7.2 LPH, donde se establece que “al propietario y ocupante del piso no le está permitido desarrollar en él o en el resto del inmueble actividades que contravengan las disposiciones generales sobre actividades molestas, insalubres, nocivas, peligrosas o ilícitas”.
Antes de poner una denuncia por ruido de perros, es recomendable ponerse en contacto con el vecino e intentar buscar una solución. Si se habla de forma conciliadora, lo más normal es que los propios dueños de la mascota intenten resolver el problema. Muchos vecinos no son conscientes del daño a la salud y al descanso que están causando al resto de comuneros, y se dialoga con ellos con un tono conciliador, ellos mismos buscarán una solución.
Es aconsejable que hables con otros vecinos afectados y que los comenteis con el Presidente de la Comunidad para que haga de mediador y el dueño de la mascota se dé cuenta de que no es simplemente una percepción nuestra, sino que es un problema que está afectando a más personas.
Si la vía amistosa no funciona y la situación persiste, llama a la policía local para que realice las mediciones de niveles de ruido y sean testigos de los ladridos. De esta forma podrás comprobar si se están superando los límites permitidos. Límites que varían en función de la Ordenanza del propio municipio, que es quien regula estos temas. No existe una normativa armonizada a nivel estatal. No obstante, como nivel de referencia, la OMS establece en 60 decibelios el límite durante el día y en 40 durante la noche.
En caso de que se sobrepasen los niveles de decibelios establecidos, la policía pondrá una multa al propietario del perro y le exigirá que asegure que el perro no volverá a molestar a los vecinos.
También podemos poner un escrito-denuncia en el Ayuntamiento, ya que hay Ordenanzas Municipales que regulan la Contaminación Acústica y la posesión de mascotas en las viviendas. El Ayuntamiento podrá, entonces, iniciar un expediente sancionador, dirigido al propietario del perro. Aunque no es imprescindible la medición de ruidos, ni que lo ladridos hayan superado los niveles de decibelios permitidos para probar las molestias y los daños que los ladridos están ocasionando a nuestra salud, siempre es recomendable llevar el análisis de ruido realizado por la policía o, en su caso, por un experto en ruidos.
La última vía es la demanda judicial. Si ninguna de estas opciones resulta efectiva y los ladridos continúan, siempre nos quedará llegar hasta los tribunales. Para ello, deberemos acudir ante el juzgado correspondiente. Si nuestra demanda prospera, pueden ocurrir dos cosas: que el animal sea trasladado a la perrera o que el propietario sea privado del derecho del uso de su vivienda por un periodo de hasta 3 años.
Prácticamente la totalidad de las sentencias que han tratado este tema argumentan jurídicamente el fallo condenatorio en el que los ladridos, las molestias y los malos olores ocasionados por la posesión de mascotas son actividades prohibidas que deben terminar.
La cuestión es que, desde el punto de vista de las relaciones de la comunidad, las acciones policiales y judiciales rara vez suelen llegar a buen puerto. Y lo cierto es que además de implicar un gasto de tiempo, dinero y energía, es muy posible que la convivencia en la comunidad se enturbie aún más. Por eso, siempre es recomendable intentar apostar por el diálogo y llegar solamente a los juzgados si es estrictamente necesario.
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